Racismo III
Por si faltaban pruebas de lo alejados que están los pollíticos de la vida real, más preocupados por lo malito que está un asesino en serie llamado De Juana Chaos que por lo que le pase a sus votantes, he aquí lo acontecido en Alcorcón en los últimos días.
No se puede decir que sea un caso aislado, como dicen el alcalde de Alcorcón o la delegada del desgobierno en Madrid que niegan que haya bandas latinas instaladas allí. Los vecinos llevan mucho tiempo preocupados y dominados por el peaje extorsionador que pagan a las bandas por pasar por algunas calles o por usar instalaciones deportivas públicas que ya se supone que pagan con sus impuestos. ¿Es que hasta ahora no se quejaban? No, es que hasta ahora nada de esto era noticia, y como siempre, protestar era como gritarle a una pared. Nadie se hacía eco. Pero bastaba con abrir los micrófonos y los teléfonos de la radio para que se palpara el descontento. Ha sido una avalancha. Quizás hay otros que hace tiempo que no se pasan por las calles de Alcorcón y no ven problema alguno. Con escoltas y coches oficiales, nunca los hay, porque nunca te afectan, claro.
Dicho esto, y como siempre sucede en estos casos, los hay que aprovechan la ola para aparecer en la escena como los tiburones aparecen donde hay sangre. Y arrastran lo que arrastran sirviéndose del miedo y de la demagogia para convertir a quien se deje en su infantería. Claro está, hablamos de la extrema derecha. La que estaba detrás de los mensajes de convocatoria a los actos de protesta contundente (por no decir violenta) que se sucedieron. Y eso que la víctima del apuñalamiento que lo comenzó todo (como siempre, en este país reaccionamos a posteriori ante los problemas) era una miembro (o miembra) de una organización ¡de extrema izquierda! Pero da igual, los extremos se tocan y son los que se abren paso cuando la información de opinión moderada está, como casi todos nosotros, sumida en la confusión y sin saber muy bien lo que estaba pasando hasta la semana pasada.
En estos casos, sólo el pueblo informa y opina. En este caso, la gente de Alcorcón es la que sabe bien lo que llevan pasando. Los que somos de fuera de allí y no lo hemos vivido, sólo podemos expresar nuestra preocupación por las consecuencias: los extremos se tocan, y no con caricias. Se molerán a palos unos a otros, se llevarán por delante a inmigrantes pacíficos y trabajadores, que por el hecho de serlo ya son sospechosos, y ya veremos si se arregla algo o seguimos como hasta ahora, con las leyes y las fuerzas de seguridad del Estado incapaces de imponer orden alguno, y con nuestros supuestos representantes mirando a otro lado. Porque bandas hay, ocho, en Alcorcón, Ñetas y Latin Kings (esos espantapájaros mediáticos) incluidos, según un informe encargado, tachán tachán, el verano pasado, por, tachán tachán, el propio alcalde de Alcorcón.
La solución está clara, y está bien definida: atajar la actividad de las bandas. Y sólo de las bandas. Eso lo evita todo: la incomodidad ciudadana, los brotes de racismo y la respuesta de los extremistas. Claro que si la misma policía también negaba la existencia de las bandas y se apunta al discurso oficial de "¿Bandas? ¿Qué bandas? Son cuatro gatos", mal vamos. Este fin de semana aparecerán en masa allí, pero no para tocar a las bandas, que claro está que no existen, sino para impedir la proliferación de actos violentos. Vale, pero es cortar la planta por una rama y no por la raíz. ¿En qué manos nos están dejando?
Sonando ahora mismo: Def Con Dos - Dogmatofobia
No se puede decir que sea un caso aislado, como dicen el alcalde de Alcorcón o la delegada del desgobierno en Madrid que niegan que haya bandas latinas instaladas allí. Los vecinos llevan mucho tiempo preocupados y dominados por el peaje extorsionador que pagan a las bandas por pasar por algunas calles o por usar instalaciones deportivas públicas que ya se supone que pagan con sus impuestos. ¿Es que hasta ahora no se quejaban? No, es que hasta ahora nada de esto era noticia, y como siempre, protestar era como gritarle a una pared. Nadie se hacía eco. Pero bastaba con abrir los micrófonos y los teléfonos de la radio para que se palpara el descontento. Ha sido una avalancha. Quizás hay otros que hace tiempo que no se pasan por las calles de Alcorcón y no ven problema alguno. Con escoltas y coches oficiales, nunca los hay, porque nunca te afectan, claro.
Dicho esto, y como siempre sucede en estos casos, los hay que aprovechan la ola para aparecer en la escena como los tiburones aparecen donde hay sangre. Y arrastran lo que arrastran sirviéndose del miedo y de la demagogia para convertir a quien se deje en su infantería. Claro está, hablamos de la extrema derecha. La que estaba detrás de los mensajes de convocatoria a los actos de protesta contundente (por no decir violenta) que se sucedieron. Y eso que la víctima del apuñalamiento que lo comenzó todo (como siempre, en este país reaccionamos a posteriori ante los problemas) era una miembro (o miembra) de una organización ¡de extrema izquierda! Pero da igual, los extremos se tocan y son los que se abren paso cuando la información de opinión moderada está, como casi todos nosotros, sumida en la confusión y sin saber muy bien lo que estaba pasando hasta la semana pasada.
En estos casos, sólo el pueblo informa y opina. En este caso, la gente de Alcorcón es la que sabe bien lo que llevan pasando. Los que somos de fuera de allí y no lo hemos vivido, sólo podemos expresar nuestra preocupación por las consecuencias: los extremos se tocan, y no con caricias. Se molerán a palos unos a otros, se llevarán por delante a inmigrantes pacíficos y trabajadores, que por el hecho de serlo ya son sospechosos, y ya veremos si se arregla algo o seguimos como hasta ahora, con las leyes y las fuerzas de seguridad del Estado incapaces de imponer orden alguno, y con nuestros supuestos representantes mirando a otro lado. Porque bandas hay, ocho, en Alcorcón, Ñetas y Latin Kings (esos espantapájaros mediáticos) incluidos, según un informe encargado, tachán tachán, el verano pasado, por, tachán tachán, el propio alcalde de Alcorcón.
La solución está clara, y está bien definida: atajar la actividad de las bandas. Y sólo de las bandas. Eso lo evita todo: la incomodidad ciudadana, los brotes de racismo y la respuesta de los extremistas. Claro que si la misma policía también negaba la existencia de las bandas y se apunta al discurso oficial de "¿Bandas? ¿Qué bandas? Son cuatro gatos", mal vamos. Este fin de semana aparecerán en masa allí, pero no para tocar a las bandas, que claro está que no existen, sino para impedir la proliferación de actos violentos. Vale, pero es cortar la planta por una rama y no por la raíz. ¿En qué manos nos están dejando?
Sonando ahora mismo: Def Con Dos - Dogmatofobia
Etiquetas: proselitismo y demagogia
[Enviado por uachi] [31 enero, 2007 09:59]
Lo dealcorcon es otro ejemplo más de tema-chorra-pero-con-tirón magnificado hasta el infinito. Y ya de paso secriminaliza al inmigrante que, es potencialmente peligroso si no los controlamos.
Porque es españa hay (4, 5, 6?) millones de inmigrantes y NUNCA JAMAS he visto un problema de convivencia generalizado,creo que somos un ejemplo de convivencia
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